viernes, 4 de julio de 2014


La cartografía y el arte



El geógrafo es una obra realizada por Jan  Vermeer van Delft  en 1669, es un óleo sobre lienzo (52  x 45 cm) que se encuentra en el Städel Museum, Frankfurt am Main, Inv. N° 1149. 


En Holanda, la provincia marítima de Países Bajos, durante el Renacimiento, la sociedad protestante y burguesa reflejó en la pintura lo más novedoso de ese ambiente de cambios a través del género realista y el formato pequeño y así decoraban sus casas llenas de comodidad y confort, alejadas de la pompa y el gusto de la nobleza de palacio. Aparece en la escena pictórica el llamado cuadro de interior, con escenas domésticas, del día a día, paisajes de campo, urbanos o bodegones.
El gran maestro del género típicamente holandés de cuadro de interior fue Jan Vermeer van Delft (1632-1675). Sus cuadros de interior fueron la fiel expresión de la vida burguesa holandesa, siendo capaz de mostrarla con una delicadeza y poesía inigualable. Con sus obras se convirtió en el gran intimista de la pintura del momento, invitándonos en cada uno de sus lienzos a entrar en el interior de estancias meticulosamente definidas. Sus obras se caracterizan por una excelente sencillez en la composición, una o dos figuras son las protagonistas de un escenario realista, representadas siempre en la actividad de labores diarias. La luz increíblemente interpretada y la belleza de los colores conseguidos a través de una técnica prodigiosa, lo convirtieron en un artista audaz y moderno.
Prueba de todo ello es la obra de El geógrafo que nos acerca a uno de sus minuciosos interiores, una obra llena de serenidad y múltiples sugerencias al espectador. Por entonces se usaba el nombre de esa profesión como sinonimia de cartógrafo, recién a finales del siglo XIX se perfila la geografía como ciencia. “El geógrafo” y  “El astrónomo” fueron dos lienzos que se concibieron como cuadros pareja y permanecieron juntos hasta 1729. En el lienzo se distingue hasta el menor de los detalles, puesto que gracias a la acción de la luz surge el volumen, se producen las sombras y se crea el espacio. El tratamiento de la luz alcanza una sutileza máxima, porque es capaz de captar la suavidad de las luces dentro de la habitación, consiguiendo iluminarla en cada zona con intensidades diferentes, según la necesidad interpretativa.  La luz entra en la habitación cerrada por una ventana, por el ángulo superior izquierdo, y atraviesa la escena protagonizada  por la figura del geógrafo, una luz que no sólo sirve para iluminar sino para crear profundidad, puesto que el primer término con poca luz da paso a un segundo plano más iluminado y así sucesivamente hasta llegar al final de la escena. Consigue una atmósfera transparente, pero al mismo tiempo la luz da independencia a cada uno de los elementos de la escena. Sobresale el fuerte individualismo y el aislamiento de la figura del geógrafo,  por su quietud y representación serena desempeñando sus quehaceres diarios. El autor capta el instante en el que el protagonista, quien sostiene un compás de punta seca para medir distancias, se inclina sobre la mesa cubierta de una alfombra oriental, sobre lo que podría ser un mapa, parte de un atlas, y medita con serena concentración. Otra dato a destacar es su paleta de colores tan personal, un cromatismo fresco y brillante, que consigue cambiar y trasmitir a través de la utilización de la luz natural. Aunque emplea pocos colores a todos ellos es capaz de dar diferentes matices como la silla con tapicería de motivos florales de las manufacturas de Delft y siempre está presente el azul, tan típico de la cerámica de esa ciudad y que en el lienzo toma protagonismo en la vestimenta oriental del geógrafo (un kimono). Como elemento curioso es la presencia de una carta marina colgada en la pared y de un globo terráqueo sobre un mueble que es un símbolo más que una herramienta de navegación y un objeto muy requerido por los mercaderes holandeses. Los mapas se convirtieron en algo habitual en sus composiciones. Y en esta obra cobran mayor relevancia debido al tema central del lienzo, la representación de un geógrafo en la intimidad de su estancia. Y es que los mapas en el siglo XVII eran un lujo costoso por lo que el pintor los utilizaba para mostrar la riqueza de las personas representadas pero al mismo tiempo alude también al nivel educativo, ya que en aquellos momentos aunque la cartografía era aún una técnica precoz, su prestigio crecía de manera persistente por el desarrollo de la navegación marítima y las numerosas  guerras de conquista y colonización en América y Asía.


2 comentarios:

  1. Muy buen artículo!!
    Conozco esa pintura!
    La vimos en historia del arte, en la Universidad...
    Cuanto que hablan los artistas de sus épocas, que increíble. Nos hablan de como se veía el mundo y nosotros los subestimamos como seres "improductivos" que pierden el tiempo pintando!!
    Sin embargo no sé porqué se me viene a la mente el cartógrafo del Principito, que nos presenta el ridículo de la cartografía como técnica aislada.
    Cuanto mejor el docente de geografía que el cartógrafo burgués de Van Delft o Exupèry...porque éste enseña a querer entender el mundo y no a acumular lo que encontramos en él así porque sí !

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