lunes, 30 de junio de 2014

Presentación

           
          La Geografía como ciencia social experimentó durante el siglo XX una profunda transformación de su objeto de estudio al reconocer los cambios sociales a nivel mundial que crearon nuevas organizaciones del espacio. Se desarrollaron diferentes perspectivas teórico-epistemológicas que han nutrido los significados del concepto de espacio. Siguiendo a Blanco (2007) y muy resumidamente, se destaca aquella que entiende el espacio como continente de las acciones sociales y receptáculo de objetos (el espacio como soporte material, en el sentido de superficie terrestre).  Esta idea de espacio –criticada y superada a partir de 1970 - sobrevive hoy en la enseñanza cuando se lo piensa en términos descriptivos, a modo de relato de un inventario de “hechos físicos, sociales y económicos” (op.cit.: 40).  Otro modo de concebir el espacio es como producto social, en el sentido de resultado y expresión de los procesos sociales, como reflejo de la intencionalidad humana y la sociedad. Esta visión ha cobrado riqueza posteriormente en otras líneas interpretativas que entienden que el espacio no es un mero escenario ni tampoco un mero reflejo de los procesos sociales sino que es “una instancia de la totalidad social”, y producto de una relación dialéctica. Espacio, tiempo y sociedad son categorías de igual jerarquía, una línea de pensamiento reconocida aún con sus propios matices en autores como Milton Santos, David Harvey y Edward Soja.  Así “el espacio es condicionante de los procesos sociales y a la vez producto” (op.cit. 40)
    
             El cambio hacia un paradigma crítico marca una relación estrecha entre los procesos sociales y las formas espaciales, al considerar a la visión territorial como construcción dialéctica (Harvey, 1973). El espacio lo concibe Soja E. (1996) como trialéctico, es decir, un producto de complejas articulaciones en las que se involucran la espacialidad, la temporalidad y la sociabilidad. Los seres humanos transforman el mundo espacial y esas transformaciones afectan a lo que ellos son, a veces de forma indirecta, pero también a los objetos, al modificar su particularidad ontológica y su ubicación en un medio, pues generan nuevos lugares y nuevos significados (Kollmann, 2011). Los componentes naturales del espacio se integran en el análisis de múltiples realidades sociales que inciden ampliamente en la organización y el desarrollo de un territorio. Un territorio es un espacio social. Es el producto de una colectividad que lo ha hecho suyo, que se ha adaptado a él, y que lo ha transformado para que responda a sus necesidades. Un territorio no es inmutable y su organización lleva la marca de las distintas sociedades que han pasado por él (Dalongeville, 2007).

                        La Geografía tiene saberes que requieren el desarrollo de la capacidad instrumental para el análisis y expresión de cierta información codificada en fotografías, gráficos, estadísticas, textos, mapas, cartas topográficas, cartas imagen, fotografías aéreas, imágenes satelitales, sistemas de información geográfica,etc.

                      El próposito de este blog  es presentar algunos de los recursos que, a través del tiempo, fueron importantes herramientas y técnicas del conocimiento geográfico para la sociedad de esa época.

                    
                      El primer atlas moderno del mundo, Theatrum orbis terrarum, fue preparado por Abraham Ortelius (Oertel) y se publicó el 20 de mayo de 1570 en Amberes.  Consta de 53 planchas grabadas en cobre coloreadas a mano y de un texto donde el autor citaba a 87 cartógrafos de cuyos trabajos se sirvió para confeccionar los mapas. En la edición de 1587 el atlas  aumentó a 108 planchas y el autor citaba a 137 fuentes de información. El Theatrum se caracteriza por ser una selección crítica de los mejores mapas disponibles, de manera de abarcar el mundo entero. Contenía un mapamundi, basado principalmente en Mercator; cuatro mapas de los continentes, 56 mapas de Europa (países, regiones e islas), seis de Asia y tres de África. El Theatrum obtuvo inmediato éxito, dado que satisfacía, en forma conveniente, los intereses de la época, no sólo por lo que se refiere a los territorios de ultramar, sino también a la topografía y los límites administrativos de las naciones-Estado de Europa. A menos de un año de la primera edición apareció la segunda, y en total se hicieron 41, la última en 1612. Además de las 21 ediciones en latín, hubo dos en holandés, cinco en alemán, seis en francés, cuatro en español, dos en italiano y una en inglés. Todas las ediciones del atlas tienen una estructura en común: se inicia con una alegoría de las diosas propias de los cinco continentes por entonces conocidos. Luego continúa una dedicatoria a Felipe II, rey de España y de Países Bajos; un poema escrito por Adolphus Mekerchus, un retrato de Ortelius realizado por Philip Galle (en la edición de 1579 y posteriores); una introducción escrita por el mismo Ortelius; una carta de recomendación escrita por Mercator, la lista de fuentes (“Catalogus Auctorum); un índice de regiones y nombres de lugares (“Index Tabularum”); el atlas propiamente dicho que consta de mapas con un texto al dorso; un registro de nombres antiguos de lugares (“Nomenclator”) un tratado (“De Mona Druidum” de Humfred Lhuyd) y finalmente el epílogo.
                  Amsterdam se convertió rápidamente por entonces en el centro cartográfico de Europa. El capital adquirido por sus empresas de ultramar financió la habilidad técnica de expertos fabricantes de instrumentos y de grabadores para producir globos terráqueos, atlas y mapas murales. Este trabajo lo realizaron tres empresas en particular, fundadas por Jodocus y Henry Hondius, Jan Jansson y Willem Blaeu y su hijo Joan. Lo más notable entre estos editores fue la familia Blaeu. En el campo científico, W. J. Blaeu fue discípulo del célebre astrónomo danés Tycho Brahe, en su observatorio de la isla de Hven había adquirido conocimientos firmes en astronomía y cartografía. Su primer trabajo fue la producción de esferas celestes y terrestres en 1599, seguida por grandes mapas de los cuatro continentes, un mapamundi mural en dos hemisferios en la proyección estereográfica y un atlas marino que contenía los resultados de la cartografía hidrográfica holandesa de las Indias Orientales.




Bibliografía:

q       Barber, P. (compilador) El gran libro de los mapas. Barcelona: Paidós, 2006.
q       Blaeu, J. Gran Atlas. Madrid: LIBSA, 2000.
q       Buisseret, D. La revolución cartográfica en Europa, 1400-1800. Barcelona: Paidós, 2004.
q       Crone, G. R. Historia de los mapas.Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2000.
q       Raisz, E. Cartografía general. Barcelona: Ediciones Omega, 1965.
q       Robinson, A. et al. Elementos de Cartografía. Barcelona: Ediciones Omega, 1987.

Este link de Boston Public Library les permitirá conocer la obra completa: