La Geografía como ciencia
social experimentó durante el siglo XX una profunda transformación de su objeto
de estudio al reconocer los cambios sociales a nivel mundial que crearon nuevas
organizaciones del espacio. Se desarrollaron diferentes perspectivas
teórico-epistemológicas que han nutrido los significados del concepto de espacio. Siguiendo a
Blanco (2007) y muy resumidamente, se destaca aquella que entiende el espacio como
continente de las acciones sociales y receptáculo de objetos (el espacio como
soporte material, en el sentido de superficie terrestre). Esta idea de espacio –criticada y superada a
partir de 1970 - sobrevive hoy en la enseñanza cuando se lo piensa en términos
descriptivos, a modo de relato de un inventario de “hechos físicos, sociales y
económicos” (op.cit.: 40). Otro modo de
concebir el espacio es como
producto social, en el sentido de resultado y expresión de los procesos
sociales, como reflejo de la intencionalidad humana y la sociedad. Esta visión
ha cobrado riqueza posteriormente en otras líneas interpretativas que entienden
que el espacio no es un mero escenario ni tampoco un mero reflejo de los
procesos sociales sino que es “una instancia de la totalidad social”, y
producto de una relación dialéctica. Espacio, tiempo y sociedad son categorías
de igual jerarquía, una línea de pensamiento reconocida aún con sus propios
matices en autores como Milton Santos, David Harvey y Edward Soja. Así “el espacio es condicionante de los
procesos sociales y a la vez producto” (op.cit. 40)
El cambio hacia un paradigma crítico marca una
relación estrecha entre los procesos sociales y las formas espaciales, al
considerar a la visión territorial como construcción dialéctica (Harvey, 1973).
El espacio lo concibe Soja E. (1996) como
trialéctico, es decir, un producto de complejas articulaciones en las que se
involucran la espacialidad, la temporalidad y la sociabilidad. Los seres
humanos transforman el mundo espacial y esas transformaciones afectan a lo que
ellos son, a veces de forma indirecta, pero también a los objetos, al modificar
su particularidad ontológica y su ubicación en un medio, pues generan nuevos
lugares y nuevos significados (Kollmann, 2011). Los componentes naturales del espacio se integran en
el análisis de múltiples realidades sociales que inciden ampliamente en la
organización y el desarrollo de un territorio. Un territorio es un espacio
social. Es el producto de una colectividad que lo ha hecho suyo, que se ha
adaptado a él, y que lo ha transformado para que responda a sus necesidades. Un
territorio no es inmutable y su organización lleva la marca de las distintas
sociedades que han pasado por él (Dalongeville, 2007).
La Geografía tiene saberes que requieren el desarrollo de la capacidad
instrumental para el análisis y expresión de cierta información codificada en
fotografías, gráficos, estadísticas, textos, mapas, cartas topográficas, cartas
imagen, fotografías aéreas, imágenes satelitales, sistemas de información
geográfica,etc.
El próposito de este blog es
presentar algunos de los recursos que, a través del tiempo, fueron importantes
herramientas y técnicas del conocimiento geográfico para la sociedad de esa
época.
El primer atlas moderno
del mundo, Theatrum orbis terrarum, fue preparado por Abraham Ortelius
(Oertel) y se publicó el 20 de mayo de 1570 en Amberes. Consta de 53 planchas grabadas en cobre
coloreadas a mano y de un texto donde el autor citaba a 87 cartógrafos de cuyos
trabajos se sirvió para confeccionar los mapas. En la edición de 1587 el
atlas aumentó a 108 planchas y el autor
citaba a 137 fuentes de información. El Theatrum se caracteriza por ser
una selección crítica de los mejores mapas disponibles, de manera de abarcar el
mundo entero. Contenía un mapamundi, basado principalmente en Mercator; cuatro
mapas de los continentes, 56 mapas de Europa (países, regiones e islas), seis
de Asia y tres de África. El Theatrum obtuvo inmediato éxito, dado que
satisfacía, en forma conveniente, los intereses de la época, no sólo por lo que
se refiere a los territorios de ultramar, sino también a la topografía y los
límites administrativos de las naciones-Estado de Europa. A menos de un año de
la primera edición apareció la segunda, y en total se hicieron 41, la última en
1612. Además de las 21 ediciones en latín, hubo dos en holandés, cinco en
alemán, seis en francés, cuatro en español, dos en italiano y una en inglés.
Todas las ediciones del atlas tienen una estructura en común: se inicia con una
alegoría de las diosas propias de los cinco continentes por entonces conocidos.
Luego continúa una dedicatoria a Felipe II, rey de España y de Países Bajos; un
poema escrito por Adolphus Mekerchus, un retrato de Ortelius realizado por
Philip Galle (en la edición de 1579 y posteriores); una introducción escrita
por el mismo Ortelius; una carta de recomendación escrita por Mercator, la
lista de fuentes (“Catalogus Auctorum); un índice de regiones y nombres de
lugares (“Index Tabularum”); el atlas propiamente dicho que consta de mapas con
un texto al dorso; un registro de nombres antiguos de lugares (“Nomenclator”)
un tratado (“De Mona Druidum” de Humfred Lhuyd) y finalmente el epílogo.
Amsterdam se convertió rápidamente por
entonces en el centro cartográfico de Europa. El capital adquirido por sus
empresas de ultramar financió la habilidad técnica de expertos fabricantes de
instrumentos y de grabadores para producir globos terráqueos, atlas y mapas
murales. Este trabajo lo realizaron tres empresas en particular, fundadas por
Jodocus y Henry Hondius, Jan Jansson y Willem Blaeu y su hijo Joan. Lo más
notable entre estos editores fue la familia Blaeu. En el campo científico, W.
J. Blaeu fue discípulo del célebre astrónomo danés Tycho Brahe, en su
observatorio de la isla de Hven había adquirido conocimientos firmes en
astronomía y cartografía. Su primer trabajo fue la producción de esferas
celestes y terrestres en 1599, seguida por grandes mapas de los cuatro continentes,
un mapamundi mural en dos hemisferios en la proyección estereográfica y un
atlas marino que contenía los resultados de la cartografía hidrográfica
holandesa de las Indias Orientales.
Bibliografía:
q Barber, P. (compilador)
El gran libro de los mapas. Barcelona: Paidós, 2006.
q Blaeu, J. Gran Atlas.
Madrid: LIBSA, 2000.
q Buisseret, D. La
revolución cartográfica en Europa, 1400-1800. Barcelona: Paidós, 2004.
q Crone, G. R. Historia
de los mapas.Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2000.
q Raisz, E. Cartografía
general. Barcelona: Ediciones Omega, 1965.
q Robinson, A. et al. Elementos
de Cartografía. Barcelona: Ediciones Omega, 1987.
Este link de Boston Public Library les
permitirá conocer la obra completa: